Si lo recibiste, lo puedes dar

Un principio que se desarrolla en la Biblia de inicio a fin es este: Proporcional a tu mentalidad, será la tierra que recibirás. Para ilustrar mejor esta idea, les hablaré de Josué y Caleb, quienes fueron comisionados junto a otros diez hombres, para espiar la tierra que Dios prometió les entregaría. La mentalidad de éstos dos hombres era buena en extremo, alineada al corazón de Dios. Pero el resto de los espías, al tener una mente viciada con un sistema de creencias de error y malvado, no recibieron nada, de hecho, les fue muy mal (Números 13 y 14).

Si lo recibiste, lo puedes dar

Al tener mentes alineadas a las promesas que Dios les entregó,  Josué y Caleb pudieron recibir. Josué no sólo recibió, también tuvo la capacidad de repartir, porque él fue buena tierra donde El Señor sembró su palabra, la creyó, la retuvo, conquistó y dio fruto; al ser fructífero pudo también dar.  Nada ha cambiado. El Señor es el mismo ayer, hoy y siempre. Hoy nos quiere entregar muchísimo, una herencia muy grande, la tierra que fluye leche y miel, tierra amplia, espaciosa, sin escasez ni estrechez (Deuteronomio 6:10-11), la tierra de lo posible en una dimensión espiritual de Reino, la cual fue conquistada por Yeshúa (Jesús) en la cruz; por eso nos somete a un proceso de depuración y ensanchamiento de nuestra mente, para que creamos con certeza sus grandiosidades y las podamos recibir. En un corazón (mentalidad) estrecho no cabe la medida de Su Gloria que quiere depositar. (Romanos 12:2, Efesios 1:17-23)

Proporcional a nuestra mentalidad, será la tierra que recibamos

Como creas, te será hecho; de acuerdo a nuestro sistema de creencias, será nuestro porvenir. Aquéllos diez espías no confiaron en lo que Dios les dijo, menospreciaron la tierra prometida, dijeron que sus hijos morirían, ellos mismos desearon la muerte o regresar a la esclavitud. Como consecuencia, lo que recibieron no estuvo lejos de eso, excepto que sus hijos, aunque después de deambular en el desierto, si entraron en la tierra (Números 14:28-33). Eso que llamamos desierto, es un necesario proceso en el cual El Padre nos introduce, para limpiar nuestro ser interior de viejas malas costumbres y patrones que aprendimos en nuestro Egipto personal. El hace una desprogramación de códigos erróneos arraigados que nos esclavizan. Su propósito es sacar a Egipto (esclavitud) de nosotros y formarnos una mentalidad con sus códigos divinos de Reino, conformando nuestro corazón al de Él, que operemos y fluyamos en la mente de Cristo (1 Corintios 2:16)), como Josué, Caleb y David, hombres conforme al corazón de Dios; entendiendo que el corazón no está en el pecho, si no en lo profundo de nuestro ser: pensamientos, emociones, intelecto, intenciones y voluntad. Va más allá de una emoción que nos arruga el pecho, es la renovación total de nuestro ser interior, desechar esa vieja criatura que fue crucificada y decidir comenzar a vivir de acuerdo a la Nueva Criatura renacida por la Obra de Yeshúa(Jesús) según La Verdad.

 Sólo puedes dar de lo que tienes

Si lo tienes, es porque lo recibiste;  y si lo recibiste, entonces lo puedes dar. "De lo que tengo te doy", palabras de Pedro a un pobre hombre cojo que pedía limosna (Hechos 3:1-8). Pedro no tenía dinero para darle, pero al ser coheredero de las riquezas celestiales, tuvo la autoridad espiritual y pudo ser usado para que ese hombre recibiera sanidad divina y transformación.

Igualmente, cuando sucedió la multiplicación de peces y panes: Eran multitudes a alimentar y El Señor le dice a los discípulos que ellos mismos le den de comer, pero ellos, con los ojos naturales, ven que no tienen, entonces reciben una poderosa lección de Su Maestro, ya que Él mirando al cielo (puestos los ojos en el Dueño de toda la tierra y Su plenitud), partió e iba dando a los discípulos, y ellos a su vez a las multitudes. Todos se saciaron y sobró doce cestos (12 tribus de Israel).

No tengamos duda, El Señor Yeshúa(Jesús) está buscando a Sus multiplicadores. Quiere darnos tanto que necesita lavar y pulir nuestra mente con Su Agua que es Su Palabra; ensanchar nuestro ser con Fé, Amor y Esperanza y ungir nuestra cabeza con Su Espíritu Santo, porque la cosecha será grande. 

Seamos esas tierras fértiles que reciban con humildad la semilla de Dios, renovemos nuestra mente con La Verdad y seremos los que conquisten y cosechen para luego repartir la herencia.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El factor Sunamita

Primero fue sábado que domingo: El Shabat, nuestro día de reposo

Llanura o Montaña, ¿Qué escoges?