Buena obra ha hecho

No es desperdicio, buena obra ha hecho conmigo

Cierta mujer rompió un frasco de alabastro para ungir al Maestro y Amo Yeshúa (Jesús) y sus discípulos (sí, sus discípulos, los de la comunidad de fé) la critican duramente diciendo que se pudo haber usado en otra cosa, según ellos,  "más provechosa". Yeshúa la defiende, restaura, valida y vindica públicamente y dejó establecido una memoria histórica de ello.

Aunque a ojos de otros, incluso, los mismos discípulos, fue indignante, Mi frasco roto no se ha desperdiciado, fue ante El Maestro que lo derramé. Buena obra he hecho, dijo Él.

Este relato nos enseña que Él es quien nos valida, y nos da la identidad de valiosos. Es Él quien decide lo que es valioso, así parezca inútil. Porque el escoge lo necio, lo débil y tenido en nada, para avergonzar lo que es exaltado y tenido en mucho en el mundo.

La exaltación del Padre no tiene nada que ver con los estándares humanos y del mundo, con esto anula y humilla el orgullo de los que creen tener razón, los que se creen poderosos e importantes. Eligiendo y validando a los débiles, insignificantes, rechazados, ignorados e invisibles, para revelar el Poder de Su Reino. 

Esta mujer fue duramente criticada y juzgada por romper ese frasco de mármol y derramar el costosísimo perfume a los pies de Su Maestro, sin embargo, Él la defendió, porque fue para Él que lo hizo, conociendo el corazón de esta mujer, para Él fue un perfume puro y agradable, no muy fácil de conseguir. Por tanto, la vindicó ante todos diciendo que no fue un desperdicio, sino que fue una buena obra.

Así que si tu haz roto Tú frasco, el frasco de tu vida misma ante El Señor, y no entiendes de qué manera esto ha servido a Su Reino, El te dice hoy que no fue un desperdicio, hiciste buena obra. Porque El se sirve de maneras que ni sospechamos. Podemos pensar, incluso, de qué sirvió ese perfume derramado por la mujer en el avance del evangelio, de las buenas noticias. Pero para Él, quien todo lo sabe, fue el ungimiento de preparación para Su Muerte, y fue tan importante que dejó evidencia de este acontecimiento en los evangelios, para que todo aquel que lo leyera, entendiera este hermoso testimonio, de que a los escogidos, sus obras los siguen, aun después de muertos.

Quizás llevas un proceso de años de quebrantamiento con El Señor, derramando tu corazón a diario sus pies, sin entender, sólo entregando tu ser en la soledad de tu habitación; orando sin cesar; esos años no han sido en vano, no ha sido un desperdicio. No ha habido un tiempo y vida mejor aprovechada que esa. Por muy útil que parezca haberlo dedicado a otras cosas, El te dice hoy: No ha sido desperdicio, buena obra has hecho. No tienes idea de cómo eso puede crear un impacto en las personas a tu alrededor y en el establecimiento de Su Reino, pero Él sí. Así que El te dice, como a María a quien defendió cuando la juzgaron por su supuesto desperdicio: "que nadie la moleste, es Mi frasco roto, lleva las marcas del Mesías".

Así como Pablo dijo: "No me causen molestias, llevo las marcas del Mesías", El Maestro sabe quien es Su preciado frasco roto con aromas de nardo puro que Lo deleitan, sabe quien lleva Sus marcas.

Esta historia también nos recuerda que, aunque parezcan insignificantes, si nuestras obras son en Él, por Él y para Él, hacen avanzar Su Reino de formas insospechadas y además nos seguirán aún después de nuestra muerte. De esta verdad dan testimonio los versículos que a continuación te recomiendo profundizar: Apocalipsis 14:13, Proverbios 31:31 y la historia de la joven mujer Tavita narrada en Hechos 9:36-42.


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