LA TRAICIÓN.
“Porque no es un enemigo el que me agravia,
pues lo soportaría,
ni se alzó contra mí el que me aborrecía,
Pues me habría ocultado de él,
Sino tú, un hombre igual a mí,
Mi compañero, mi íntimo amigo,
Que juntos teníamos dulce comunión,
Y amistosamente andábamos en la
Casa de Dios”
(Salmos/Tehilim 55:12-14)
Ciertamente cuando
comenzamos el peregrinar de la mano del Maestro, se nos dijo que “en el mundo
tendríamos aflicciones”. Al pensar en ello es fácil imaginarnos a terceros,
personas ajenas, enemigos y hasta uno que otro cercano pudiendo dañar o
causando un mal. Pero nunca imaginamos que esa aflicción sería producto de una
traición. Nos preguntamos entonces qué es La Traición? Parafraseando una
definición que encontré en internet: Es
una falta que quebranta la lealtad o fidelidad debida. Si, te defrauda tu más
íntimo compañero, el de tu equipo, no un tercero, sino tu confidente, tu
hermano, tu amigo. Eso nunca lo esperamos de esa persona no? Si no de cualquier
otro, y por eso es traición, porque se trastorna ese pacto de fidelidad,
transparencia, ese “hasta la muerte”.
Sin embargo
también se nos dijo que “nuestra confianza no puede estar en hombres”, y se nos
olvidó. ¿Porqué ésta tan importante advertencia? Porque el hombre es falible, y
propenso a errar, y si tu vida o tus más importantes asuntos dependen de un
hombre, cuando éste falle –no hay uno que no falle-, tu vida se tambalearía y
cosas terribles podrían suceder. Es por ello, y lo más seguro y hasta
conveniente es, que nuestra confianza y nuestros ojos estén puestos en El Autor
y Consumador de la Fe.
Ahora bien, Te
Traicionaron y profundo, duele en los huesos. ¿Qué harás ahora? ¿Sumergirte en
el más profundo dolor y sucumbir ante la adversidad? ¿O recordar que Nuestro
Redentor vive y venció al mundo? Levántate, vuela, muévete de ese hoyo cenagoso
y oscuro de recuerdos tormentosos.
“¡Quién me diera alas como de
paloma! Volaría yo, y descansaría;
Ciertamente huiría lejos,
Moraría en el desierto.”
(Salmos/Tehilim 55: 6-7)
Te preguntas el
porqué tantas veces… La respuesta es Judas. Si, Judas, cuyo nombre en el
original hebreo (Yehuda) significa paradójicamente “Alabanza a Dios”. Todos
conocemos su historia. Él representa la más alta traición en toda la Escritura
y en toda la historia de la humanidad. Es símbolo de fraude y la
personificación del inicuo. Sin embargo, esta traición era NECESARIA para que
se cumplieran las Escrituras. Fue el
paso que trazó el camino a la Muerte, Resurrección y Redención de TODA la
humanidad (Léase humanidad como la totalidad de la raza humana o bien en el
sentido espiritual de naturaleza caída, para luego ser partícipes de la
naturaleza Divina).
El final de Judas.
Al darse cuenta de su gran error, se arrepintió y se quitó la vida ahorcándose,
colgando su cabeza. Es decir, cuando “la traición” percibió su error y falta,
se produjo un arrepentimiento, un cambio en la manera de pensar. Ahora bien,
quién es la cabeza y autoridad de toda traición, engaño y error, no es otro que
el príncipe de este mundo, el inicuo y adversario. Esto nos enseña que si un amigo
comete una falta violando compromisos, lazos o pactos, cuando hay un
arrepentimiento genuino de corazón ante ello, se corta todo poder y autoridad a
la traición y sus entes operadores y se da a luz al Perdón y a la Vida. Puede
que esa traición que de seguro te ha dejado marcas, sea el camino para que tu
íntimo resucite.
¿Qué fue lo que
hizo nuestro Redentor?
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